Nos puede parecer que un cuaderno de resistencia como éste no cumpla las condiciones necesarias para ejercer la crítica estética, que la necesaria turbulencia al tratar determinados asuntos de la actualidad se acople de manera precaria con el ejercicio de la contemplación: precisamente porque éste requiere de grandes dosis de abstracción, apartamiento, olvido. Resulta imposible, incluso dentro de la trinchera, obviar el hecho de que somos humanos y necesitamos pensar la estética tanto como la alerta constante del cuerpo por el mantenimiento de la estética. Los socialistas no lo creen así. Despojados de ética y estética (el socialismo no lo permite: ideología para adocenados y gente sin imaginación) piensan sólo en términos de mecanicismo histórico y funcional. Les resulta imposible desprenderse de las falacias del marxismo. No digo que cualquier persona, aparte de ideologías manidas y caducas, fracasadas y genocidas, no sea capaz de deleitarse o abandonarse místicamente (la química del cerebro construye, o deconstruye, el alma) ante la contemplación de semejante representación de la belleza. Sin embargo, sospecho que un marxista de militancia (un socialista que amnistía... que consiente amnistiar a terroristas y golpistas, a racistas furibundos y malversadores) no ve más allá de los filtros de alambre tensados por el vapor de la industria decimonónica que las plúmbeas lecturas de Das Kapital le han puesto alrededor del cerebro: no contempla el POSETS como una obra de Dios, siquiera como la paciente obra de los siglos o las siempre incognoscibles leyes del Universo; mira con ojos de militante y ve un montón de rocas sometidas a la eterna lucha de los contrarios, mecanismos de fricción permanente semejantes a los que conducen las Historia humana a través del tráfago de la lucha de clases y los sistemas de producción. Ello si consiguen traspasar el aura (casi siempre impregnada de una presuntuosidad que mueve a risa) que se confieren a sí mismos como salvadores del planeta; antes, de la democracia y libertad (?), hoy, en la medida que la gente se ha dado cuenta de que el socialismo no es más que el reparto equitativo de la miseria y la esclavitud, salvadores del Planeta: la gente, el común de los mortales, el que madruga y soporta a un jefe cabrón, el que deviene ulceroso al pensar en los plazos de la hipoteca o el precio del carburante... A ése, al esforzado obrero que sólo piensa en prosperar, le pueden ir dando. Ahora es el Planeta y las tortugas del Pacífico Occidental. Las ballenas y los monos.
